viernes, 30 de junio de 2006

Escotoma

¿Qué está tan arraigado en nuestros imaginarios que nos permite suponer que el estilo de vida del otro está más justificado por su manera de gastar?

La modernidad permite tantos matices que incluso lo que se sale del dogma está previsto y es representado por una tendencia de la moda que se repite de vez en cuando. Las sociedades del primer mundo dividen a su gente entre consumistas y laboristas.

Elaboran necesidades para aprender a satisfacerlas, trabajan para ello y una vez satisfechas crean de acuerdo a su poder adquisitivo nuevas y más difíciles de alcanzar, se convencen de que necesitan más objetos para ser felices pero cuando los tienen nada pasa.

El equilibrio consiste en agotarse en el consumo para disfrutar del ocio y cansado de este volver a la labor; aunque detrás del consumo no quede nada, se hace importante saber cuánto tiempo se dedica a trabajar y cuánto a consumir.

Nosotros, mientras tanto nos paramos frente a las vitrinas, observamos los maniquíes ataviados, queremos parecernos a ellos y los envidiamos aún cuando sabemos que tampoco nos hará felices.

viernes, 23 de junio de 2006

Musette

Hay personas que marcan la historia porque sus mentes fueron capaces de mirar las cosas con otros ojos, no discriminaron ideas absurdas y aprendieron de sus errores. Dejaron huellas porque tuvieron la oportunidad de cambiar el pensamiento.

Todo innovador debió en algún momento nadar en contra de la corriente porque la masa le teme al cambio, a lo que se sale del centro. Sólo los que están cerca de la verdad son atacados.

Estos hombres fueron duales y contradictorios, estaban compuestos tanto de una naturaleza benévola como maligna, fueron interesantes porque eran imperfectos.

Los volvemos héroes porque continuamos sus innovaciones, porque reconocemos que sin el avance acumulativo del conocimiento nuestra trascendencia sobre la Tierra sería reducida.

Los genios antes que nada fueron humanos, tuvieron antecedentes e ídolos, condiciones especiales que los configuraron y ante todo azares.

viernes, 16 de junio de 2006

Microentgens

El problema no es si hace sol cuando estamos abrigados o que llueva cuando no lo estamos. Lo que pasa es que si el clima no acompasa nuestras emociones nos es molesto. Hasta el punto de suponer que todo, incluidas las estaciones se confabulan para oponerse a nuestros sentimientos.

viernes, 9 de junio de 2006

Ciocarlia

La música es una enciclopedia de afectos traducidos al lenguaje de los sonidos; nos llena de humor y sencillez, nos acompaña en momentos meditabundos, agitados e inciertos, en episodios plácidos y tranquilos.

La música marca estados de ánimo conectados con olores, colores y sabores y que recordamos cuando el instante preciso necesita evocar e inmortalizar lo que se vive.

Esa banda sonora de la vida que llevamos archivada en el cerebro y que sale a flote cuando interpretamos el mundo y que inconcientemente llamamos.

Porque no resonamos igual cuando vamos a ver al amor de nuestra vida o simplemente caminando por una calle cualquiera, cuando estamos tristes o felices, cansados o satisfechos.

No se si antes de la época de Haydn, Mozart o Beethoven la gente tarareaba en la calle un ritmo que cortejara el momento.

Ahora el cine nos ha educado con la sensación de que existe una tonada especial para cada hora del día y para los períodos más importantes de la vida.

Para la mayoría de la gente que vive imbuida de rutinas se vuelve importante ocupar el tiempo muerto, ese que conecta los espacios de efectividad productiva, justo cuando algo comienza a sonar.

El auge de los dispositivos personales de reproducción de audio ha dado la posibilidad de tener un sustento material, sin embargo, estos aparatos no ayudan a componer el momento porque la escogencia es anacrónica, es tan sólo un paliativo para el ruido de la calle.

Si el mundo está construido de melodías el hombre puede descubrirlas y nombrarlas con su propio esquema hecho de instantes mágicos tan cortos como una emoción, un suspiro o un parpadeo.

viernes, 2 de junio de 2006

I feel awful inside

Un secreto es una cosa mantenida separada de la vista o del conocimiento de los demás. Es un asunto grave no divulgado, poco sabido o ignorado, guardado con sigilo en un inmaterial escondrijo.

Así como hay personas a las que les gusta observar y a otras exhibir, existe dentro de todos la necesidad por reservar lo propio y escudriñar lo ajeno.

Históricamente los hombres están supeditados a ser poco expresivos con sus emociones y por ende a callar. Las mujeres entretanto tienen mejores amigas y menos fantasmas.

Más allá de las redes de inteligencia que les dan de comer a los agentes secretos, está la infinita curiosidad que nos mantiene pendientes de la vida ajena.

Vicios, humillaciones y pensamientos sobre los demás son mantenidos en un misterioso cuarto de nuestro cerebro, el más alejado de nuestra boca. Sin solemnidad ni ceremonia pública velamos lo que no se puede revelar.

Los desencantos que nunca se olvidan pasan a formar parte de nuestro inconciente. Lo oculto en nosotros nos define más que nuestros actos o nuestra apariencia.

Finalmente, cuando en nuestro camino aparece alguien que merece conocernos, confiamos en él la expiación, porque compartir secretos es como confesar pecados, secretarlos.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.