viernes, 24 de noviembre de 2006

El invierno no empieza hasta la tercera nevada

Las sirenas y las voces, el humo y el frío. Los rostros que no miran y los atascos. La ciudad agobia y el llegar a casa puede verse como una ilusión de descanso. Quitarse los zapatos y abrir el congelador, recostarse y sentir la respiración.

Sin embargo, después de unos minutos el sobrecargado cerebro siente pánico ante la inactividad: ojear el periódico, cambiar canales en la caja tonta, repasar pendientes, escuchar música, navegaren Internet, comer algo y perder el tiempo por telefono.

La idea de la soledad es mejor que la práctica.

Los que no tienen a nadie se sumergen en trabajo y estudio los que lo tienen quieren ir a cine solos.

O será que simplemente queremos lo diametralmente opuesto a lo que tenemos. Añoramos ruido en el silencio y libros nuevos cuando no hay tiempo para leerlos.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Qui a bu boira

Todo comienza cuando en medio de profundos bostezos coloco la alarma del reloj, me meto debajo de las cobijas calculando que después de que los pies se calienten caeré fundido, pero no.

Después de un día que duró alrededor de 18 horas esperaría poder dormir, pero no.

Me dicen que deje de pensar, que cuente ovejas, que respire profundo o que imagine un paisaje plácido, pero no funciona.

Después de recordar cada acto del día, de colocar a la izquierda de mi pensamiento lo que quedó pendiente, de tararear dos o tres canciones sin razón llega el desespero.

A veces dándole vueltas al mismo asunto, planeando minuciosamente una estupidez o imaginando absurdos desenlaces dramáticos a ocasiones superfluas.

Preguntándose a dónde se fueron los bostezos y analizando su relación directa con el sueño, viendo esa mancha de luz en la oscuridad que se forma en los párpados y pensando un poquito en óptica; los pies demasiado calientes para parar a tomarse un vaso de agua. Tener miedo de mirar el reloj y entender que el día que ya empieza será una porquería.

Agradecer después de todo que esto sólo sucede los lunes con los ojos pegados y con mal genio recuerdo que tengo que ir a trabajar.

viernes, 10 de noviembre de 2006

Kaizer Soze

Muchas personas en diferentes épocas han sentido que ya no hay más que inventar, que sólo queda cambiar de contexto las cosas de siempre para sentirlas especiales.

Parece ser que no sólo los acontecimientos tecnológicos sino teóricos se sobrevienen más rápido en una era de las comunicaciones.

Las letras del abecedario son finitas y con ellas cientos de lenguajes recrean sempiternos olimpos. Las ideas, mientras tanto, se basan en el universo conocido y como tal hacen visible lo que será.

Es como si se diseminara un gen creativo en la población y sólo unos pocos se despertaran cada día preguntándose “¿Y que tal si…?” Son una clase de seres que no necesariamente buscando el Nirvana viven de verdad sin apegos, arriesgan lo que tienen por la posibilidad de algo mejor. No se inventan un color chusco para una silla sino que crean una manera de sentarse. Mueven el destino de los demás, no reaccionan.

Quien hubiera pensado hace diez años que nos volveríamos tan dependientes de un montón de aparatitos llenos de información impalpable.

Sin embargo, para romper paradigmas es necesario utilizar lo conocido y si se termina haciendo “Lady in Water” porque lo nuevo es con respecto a algo que se queda atrás, que ya no emociona.

Hay que conocer profundamente lo que nos rodea para poder desbaratarlo brutalmente con delicadeza, para ver las cosas de manera perfectamente sencilla, sencillamente perfecta y absolutamente suficiente.

viernes, 3 de noviembre de 2006

Beatnik

Después de pasar varios canales, de asombrarme de lo parecidos que somos a los simios, de la cantidad de hormigón que se necesita para unir dos costas y de lo imbécil que puede llegar a ser Paris Hilton me detengo en uno de viajes.

No obstante no se siente la misma frustración de antes por no trabajar probando cócteles. Ahora lo desconcertante es ver que tanto en un hemisferio como en el otro lo único que se hace en cualquier lugar es comprar.

Parece ser entretenido empacar maletas y un diccionario para conocer un centro comercial igual al que queda al lado de la casa; encerrarse en unas cajas de cristal (bien diseñadas, no lo niego) que hasta jardines tienen para sentir la absorción de otra cultura.

Al otro día ir al mercado subterráneo por una réplica mal hecha de la torre Eifel y una foto en la que demuestre que verdaderamente estuvo allí ya que al volver más que las nuevas experiencias lo importante será haber cumplido todos los clichés que dictan las guías.

Para que ir a China ¿A conocer la fabrica de Apple o la muralla? Cuando lo haga espero comer muchas cosas sin saber si están muertas.

 
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