viernes, 30 de noviembre de 2007

Guayaba vs toche

Todos esos intentos por ver hacia adelante ya sea por parte de la física cuántica como por el esoterismo nos hablan de la necesidad del hombre por sentir que su vida no depende enteramente de su libre albedrio. Ver al pasado pero no cambiarlo, no ver el futuro pero si modificarlo.

La gente pide constantemente que no la dejen sola con su vida, que un examen genético decida al comienzo de sus días si va a tener un buen destino o un dios si su alma es pura al final de ellos. Abrazar la esperanza de que si lanzamos una roca al mar el movimiento de las ondas sea útil para estabilizar al universo.

No pretendemos ver el futuro como en una ventana que nos muestre lo que irremediablemente forjan nuestras decisiones sólo para cambiarlas esperando una sorpresa, queremos no tener toda la responsabilidad cuando algo sale mal, delegar un poco de carga para sentir que no todo depende de lo que hacemos. Es una manera de complicar la vida y a la vez de hallarle un sentido, de verla incompleta para hacer algo con ella.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Capacocha

Honestamente el rostro de esta persona manifestaba más dolor del que jamás había visto en cualquier payaso de circo, no con esa rabia contenida que al explotar destruye, ni esa exasperación latente que todo lo salpica con mala leche. Era como una tristeza de café y cigarrillo al desayuno, como la desazón propia de la cotidianidad, la desesperanza conseguida cuando el tiempo pasa sin felicidad.

Miraba entonces sus facciones, deteniéndome en esas fuertes marcas en la frente y en la comisura de la boca pensando en lo mucho que le serviría un ángel de la guarda, que lo escuchara, que lo empujara a vivir y que le dijera frases ingeniosas para reírse de la vida misma. Me lo imaginaba susurrándole al oído única y exclusivamente lo que quería escuchar, eso que la alienación de los recuerdos le impedía oír.

Por supuesto no ese ángel estereotipado de la túnica blanca, aureola y mejillas coloradas, no, tampoco del tipo de hada que manipuló a Pinocho. Era más la imagen del cantante de un grupo de rock inglés de los sesenta, con ojeras de parranda, barba canosa y cola de caballo, dientes amarillos de tanto fumar y una risa estruendosa. Pensaba que los consejos al no poder hablar de valores morales elevados que buscaran la exaltación de la virtud serían más valiosos por hablar desde la experiencia, una disección descarnada de la realidad, una maldición de por medio y tal vez una poco documentada euforia por el riesgo.

Seguro que nadie puede decirnos sobre nuestras posibilidades más de lo que ya está dentro de nosotros, pero cómo hace de falta escucharlo de otra boca.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Giro de 0˚

Existe un raudal de trabajos que la gente del común cree que con la suerte adecuada y el tiempo disponible podrían realizar, sea porque parecen fáciles de aprender o porque habitualmente las ejercen absolutos ineptos. Con todo, la labor del artista está por encima de ello. Se cree que lo genial requiere condiciones excepcionales para surgir.

Antiguamente la obra hablaba por sí misma, tenía la capacidad de perdurar y empapar con su esplendor la procaz vida del autor. Ahora la vida del genio y sus avatares se vuelven tan importantes como el producto. Ya sea por la necesidad de adorar y desbaratar ídolos o por la creencia que los rasgos de la personalidad pasan sin filtros a la obra. La idea romántica del artista infeliz, solitario y amargado compite ahora con la de la estrella polifacética de los medios.

Puede que una serie de eventos desafortunados durante la infancia forjen la depresiva personalidad de una persona que de adulto logre ser un sensible artista. Puede ocurrir que la tan elogiada musa de la inspiración sea reemplazada en épocas recientes por el golpe del estrés una noche antes de una entrega. Sea como sea el arte logra abrirse paso ante la contrariedad como una manifestación de la existencia ante circunstancias adversas, como una necesidad tan primordial como comer. Todavía existe un terreno virgen en el que los días no se consumen yendo a la oficina o pagando facturas. En el que a Charlie Brown no le dejan patear la pelota y al monstruo de Frankestein no le permiten vivir.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Astofagasta

Abrimos la carta, sin afanes, como si fuera una declaración de principios del chef de la cual daremos plena aceptación al ordenar algo. Pasamos por los entremeses, ensaladas y bebidas apenas para decirle a las glándulas salivares que comiencen a trabajar. Con una mezcla entre necesidad y deseo dejamos que en el cerebro un sinnúmero de imágenes -con suerte- desconocidas se mezclen en algo que se podría denominar expectativa. De entre 15 o 20 opciones dejamos que nuestro libre albedrío (léase: cultura, fetiches, ignorancias y ganas) elija. Pero, y es aquí donde vale la pena examinar nuestra libertad: justo cuando jugamos con el antipasto, un maîtres que casualmente ni nos mira pasa por nuestro campo visual con una bandeja llena de platos que ahora sí deseamos. Un reproche suena desde adentro y una voz conciliadora dice “otra vez será”. Pero eso no importa mucho porque si algo no es nuestro, si escasea o si está prohibido lo queremos.

Continuará...

viernes, 2 de noviembre de 2007

Tatami

Es totalmente valido sentir orgullo por lograr idioteces en un mundo donde cualquier aspecto de la convivencia puede generar competencia.

Es una extraña habilidad muy desarrollada para pasar por alto las limitaciones o, en el mejor de los casos, el instinto de supervivencia sobredimensionado por la abundancia. Entrar a un restaurante después de solamente 30 minutos de espera. Tener un confortable apartamento de 50 m2. Empaparse de vida callejera rodeado de ruido y suciedad.

Es la capacidad de adaptación llevada al patetismo urbano o la imaginería de Van Gogh llevada al absurdo, sin filtros de realismo. Nadie lo sabe, pero algo está claro: rescatar Halo 2 en una noche no hace a nadie más ágil mentalmente, sólo mejor preparado para la tercera parte.

 
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