viernes, 25 de agosto de 2006

Thereshold

Sólo cuando nos damos cuenta del final de las cosas actuamos para impedir que se acaben, sin embargo, llegado el momento debemos reconocer que siempre nos dirigimos hacia múltiples finales y que nuestra incapacidad para reconocerlos nos impide disfrutar de lo que realmente importa. el camino.
Los acontecimientos llegan y se van (como los enamorados de Neruda), los aguardamos espectantes e inmediatamente los añoramos, como si el presente no fuera más que una ilusión que palpamos con cada respiro.

viernes, 18 de agosto de 2006

Por qué nos has abandonado

Se supone que Dios no endereza a la humanidad porque ésta debe aprender por sí misma de sus errores, y si no que lo diga el buen Job.

El hombre toma decisiones y asume consecuencias pero la tentación abunda como nunca antes: el capitalismo y la tecnología ponen en peligro el libre albedrío y la autorregulación.

Se hace necesario protegernos de nosotros mismos, de la incapacidad para controlar los vicios: Internet, sexo, alcohol y drogas. Comemos mucho, ahorramos poco y devoramos combustible fósil que calienta el planeta.

Prohibir cosas que muchas personas quieren es un camino seguro hacia el fracaso, sin embargo, el estigma social (tabaco) y las regulaciones gubernamentales ayudan mientras se crea el impuesto a la energía solar.

viernes, 11 de agosto de 2006

Experiencia elemental

Cada verano se libra una batalla intensa contra la tentación, aunque para voraces voluntades no importa si está lloviendo o nevando la sensación cremosa en la boca se disfruta igual.

Esta emulsión de aire, grasa y leche conocida como helado lucha por mantenerse unida evitando la cristalización del agua y conservar el encanto.

La suave impresión de la crema deslizándose por la lengua y la densidad hostigante en la garganta opacan el hecho de que el helado más exquisito proviene de la proteína clonada de la sangre de una babosa vivípara del Océano Ártico.

Ingentes cantidades de dinero son destinadas a la investigación de métodos para combinar el sabor del suero de mantequilla con el contenido nutricional del brócoli. Sin embargo es difícil desligar la naturaleza de lo sabroso a su capacidad para engordar.

Mientras algunos sienten el gusto por el helado de alta calidad olvidando el contenido graso, otros lamentan con deleite la culpa de las calorías.

viernes, 4 de agosto de 2006

La interfaz de las frutas

A lo largo del Uso, en efecto, dejar que tengan lugar
acuerdo y atención mutua, en la reparación del desacuerdo.
Anaximandro

No se si es por el repunte de la economía o por la globalización que la satisfacción de las necesidades más básicas se convierte con la modernidad en la complacencia de los placeres.

La cantidad de nutrientes que necesitamos para sobrevivir se hallan fácilmente en una granja de patio pero comer como muchos otros hábitos es hoy un elemento más de estatus que permite a los que pueden pagar atiborrarse con lo más exclusivo que la tierra puede dar.

Justo cuando un restaurante alcanza el estatus para volverse el recomendado del mes a través del boca a boca es cerrado para darle paso a uno nuevo con la última tendencia de los sabores.
La comida ya no sólo tiene que ser apetitosa sino sugestiva, debe ganarse los sentidos de los nuevos sibaritas, primero visualmente y luego con olores y sabores, evaluando al final si el deleite se mantuvo equilibrado entre estos tres aspectos.

El mundo entra por los sentidos y en esta era multimedia la visión es la más atacada, los medios de comunicación y la publicidad compiten por colmar las experiencias de usuarios con dinero.

Y pese a que a veces no sepamos como lavar una prenda, ingerir un medicamento o utilizar un electrodoméstico en el extranjero el plato del que comemos está tan cargado de diseño como el MacPro.

Las ciudades y las sociedades, los estilos y ritmos de vida, las características demográficas y costumbres, las percepciones y valores, las creencias y vicios son colocados en una base de datos para poder identificar a los consumidores y tener pautas que permitan establecer su perfil.

Se pensaría que cualquiera que se tome el trabajo de sentir al mundo puede ser un diseñador, y como se necesita entender al hombre para saturarlo de mercancías no es necesario hacer las cosas bien sino conformes a un estudio de mercado.

El hombre civilizado necesita mundos para descubrir, para verter sobre ellos su visión, extender los territorios para expandir un pensamiento y controlarlo.

Imaginen a los conquistadores en medio de una humedad asfixiante deleitados con la voluptuosidad de una guanábana, una papaya o una piña; comiendo por primera vez una fresa, un mamoncillo o una uchuva; dejándose llevar por la exuberancia de un mora, una feijoa o una curuba; entendiendo el gusto afrodisíaco del borojó, de una chirimoya o un chontaduro; abandonándose al ácido encanto de un lulo, un maracuyá o un agraz.

Constantemente nos maravillamos de lo inteligente que resulta la evolución y la adaptación de los seres vivos al entorno, develamos misterios genéticos para descubrir que cada ente de la naturaleza funciona como debería hacerlo. Nadie nos dice que una granadilla hay que abrirla y sorberla o que un zapote hay que chuparlo, sin embargo, con sólo verlos lo sabemos.

Es difícil imaginar que las cosas eran el acompañamiento natural del hombre y que juntos se desdoblaban en el uso, la modernidad fracturó la relación y colocó a este último frente a lo que utiliza.

Volver a pensar las cosas es el camino a la reparación, hacer que trasciendan provocando pequeñas acciones. Así como no podemos mirar el mundo sin nosotros dentro, es imposible comprendernos sin entender lo que nos rodea.

 
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