viernes, 28 de septiembre de 2007

Ferrane

En la barra de un bar, de esos en los que no se oyen muchas voces, los ojos de algunos recorren los rostros intentando adivinar sus pensamientos, otros sin embargo miran el humo, las botellas, el vacio, con la mente tan blanca como puede estar sin dejar de respirar.

Pocos aceptan la idea de que la apatía es al final de cuentas un valor en estos días y aunque un solo acto no define una personalidad si la caracteriza, así que llega el momento en el que la vida ajena importa un ardid.

En un mundo en el que un pequeño porcentaje de la gente arma necesidades culturales a medida que más tiene y la mayoría no sabe ni siquiera que es una necesidad el desinterés por el prójimo llega más que por costumbre. No sólo por el que arrastra una bolsa de fique llena de cartón sino también por el que conduce un Mazda queriendo un Audi.

Las personas no simplemente están locas, creen que tienen una razón para salvar vidas y para acabarlas, que sería del arte sin tanta inspiración. Existe la realidad antes de verla e incluso si nunca la vemos.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Tianguis

Nuestra relativamente corta permanencia en el mundo nos hace pensar en la vida y en la muerte, sin un telón de fondo que permanezca mientras nacemos y morimos tendríamos una concepción de lo eterno diferente.

La naturaleza estaba antes que nosotros y permanecerá cuando nos vayamos, sólo lo que consideramos bajo nuestra mirada crece y decae.

El ciclo constante que nace del deseo hasta la satisfacción, pasando por el esfuerzo hace que se torne penoso nuestro peregrinar.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Flack

Un hombre cualquiera dedica su vida a hacer las cosas que cree están bien porque su padre se las enseñó o porque su ausencia hizo que las adoptara, un día ve como sus actos se salen del cauce normal, sus manos mueven objetos de una manera inusual y las palabras se desprenden en combinaciones inesperadas; ha surgido la mentira y el engaño, que por el momento y ante los demás tiene un periodo de incubación que con suerte nunca engendrará.

Pero está la conciencia, ese desvarío de la mente pendiente de lo inconcluso que no da espera: en la noche antes de dormir y muy a su pesar compara sus actos y concluye que o toda su vida ha obrado mal o lo bueno se torció, pero sin duda ha cambiado. Lo que siente a través de sus sentidos entra en conflicto con sus recuerdos y se hace complicado torcer un pensamiento profundo conseguido a través de reflexiones y catalizadores que ayudaron en algún momento para sobrevivir.

Cuando se analiza el esfuerzo puesto en la consecución de un objetivo esta parece más importante y valedero pero cuando se evidencia su falta de sustento parece mentira tanto desperdicio y tanta ceguera. Dejar de lado una idea arraigada es como convertir la muerte en el pilar de una ética particular.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Montserrat

Caminaba por las calles de esta ciudad con unos tapones fosforescentes en los oídos no tanto para ocultar los sonidos de la urbe sino para escucharme a mí mismo: los latidos del corazón acompasados con el ritmo de las pisadas de personas esquivándose para alcanzar a almorzar antes de volver al trabajo. Lamentando no tener párpados en los oídos para dejar por fuera las cosas, para dejar de sentir. Se podría decir lo mismo de la nariz pero en medio del humo de los carros un buen perfume a veces sorprende.

Y me quedé en esa esquina parado cuando el hombrecito de halógeno verde ordenaba moverse mirando a toda esa gente viendo-no viéndose, esos rostros inmersos en sus propios asuntos, otros conectados uniformemente a lo que semeja un momento por fuera de cuatro paredes aunque el exterior sea también de hormigón. No se trata de una nostalgia por la naturaleza, porqué sí tiene encanto vivir aquí, no es una condena, porque hay alamedas, parques y hasta potreros, es que incluso entre tantos rostros grises hay cemento de colores.

Las luces brillantes por las noches se abren paso entre el humo de los cigarrillos en un estanco con olor a cebada rancia tras el tintineo de unas argollas de rana mientras al fondo un trío aguardientoso de guitarra toca algo desesperadamente anacrónico entre tanto universitario. Nadie levanta la mirada para descubrir cosas interesantes más allá de lo que deparan las vitrinas. La nueva arquitectura se disfraza de ladrillo como si fuera una herencia local.

Es la misma esquina y aún cuando nadie se dé cuenta comienza de nuevo a amanecer con el mendigo arropado con periódicos viendo pasar el carro negro escoltado bajo ese sol que se cuela por entre la montañas, Las busetas comienzan a sonar esa advertencia de que un día entero parado allí es mucho más que voces de gente esperando para cruzar.

 
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