viernes, 29 de junio de 2007

Focus

Tenemos durante la vida la ocasión de encontrarnos con situaciones y personas que creíamos ya olvidadas, asuntos pendientes volver, y el destino permite que conscientes o no actuemos de manera diferente y mostremos que algo aprendimos. No importa después de cuantos años los ciclos se repiten y con cara de estúpidos enfrentamos lo que creemos es pasado sin entender que si son los mismos ojos o si es el mismo escenario es un juego nuevo con reglas totalmente diferentes.

Entender que la vida no es lineal no nos previene de volver a cometer los mismos errores, permite disfrutarlos o sentir un Déjà vu al hacerlo. Todo es una especie de espiral con círculos concéntricos enfocando poquísimos puntos, millones de personas comparten las maneras de actuar y decidir. No sólo la moda se repite, existe un pulso invisible que cuando actúa nos vuelca la vida, entonces cuando aprendemos a mirar el mundo de cabeza vuelve a vibrar.

Crecer no es más que acumular recuerdos y soñar con cosas parecidas. En medio del desorden del color de la vida es preciso agarrarse de lo que retorna, de las fechas y rutinas. Las tramas no se cierran se dejan pendientes es como ser incapaz de perder algo excesivamente propio. Sólo al final, en perspectiva se sabrá que pedazo de lo recorrido se parecía a la eternidad.

viernes, 22 de junio de 2007

Performer

Por un lado creo que bajo las condiciones adecuadas de poder o desinhibición cualquiera podría ser capaz de las acciones más atroces no para sobrevivir sino por la simple posibilidad de salir impune. Claro que existe la ley moral por la que encerraron a Thoreau pero esta funciona de todos modos bajo un consenso social. Por otro lado, con cierto temor de que sea cierto, pienso que en un estado medio, sin preocupaciones viscerales se posee de manera latente varias personalidades. Partiendo un poco del Dr. Jekyll y Mr. Hyde hay un ser bajo nuestra piel con las manifestaciones más bajas (no contrarias) de nuestros deseos, las expectativas y sentimientos que en la mayoría de las personas nunca logra salir a la superficie ya sea porque nada las hace explotar o porque existen suficientes paliativos para manifestarlos como traumas reprimidos inofensivos.

De manera similar a como construimos nuestra personalidad la historia en perspectiva que tenemos de nuestra vida se hace de recuerdos. Los creadores tienen la ventaja de catalizar sus neurosis a través de sus obras, de exteriorizar lo que los define. Pero en la vida diaria no somos más que versiones de lo que aprendimos a ser; como un abanico de máscaras disponibles para diferentes públicos, tan opuestas como contextos se alternen.

A veces los problemas parecen parte de nuestra personalidad y esto se revive como una adaptación continua que nos desdibuja; otras con una actitud de redención el enemigo se ve como algo externo que aparece de la nada y se vence en una batalla decisiva que le da importancia al poder propio. Las historias y su tono cambian gradualmente con el tiempo: los hechos importantes y el estado de ánimo las reinterpretan.

viernes, 15 de junio de 2007

Silk Road

La ciudad moderna es algo así como el resumen del desarrollo humano. Se supone que nos define como vigentes la cantidad de cemento y acero traspasado por vidrio en donde lo verde debe pedir permiso, pagar una cuota por un poco de sol y unos centímetros cuadrados de tierra negra.

Ante la banalidad los rostros que se cruzan por la calle tienen marcada una mueca estándar de desasosiego (el ceño fruncido y la boca como una U invertida) que les impide ver a los demás como un espejo de si mismos.

No se trata sólo del seguimiento estricto de los pecados capitales ni mucho menos la falta de tolerancia es una clase de violencia contenida, como algo oscuro instalado en el inconciente a punta de injusticias, algo listo para salir con una mala mirada del consenso de quien cree que no existe porque no lo ven.

Es una mezcla de sentimientos que hacen ver lo peor de cada uno, lo más básico, no importa si los ojos están inyectados de sangre o si una sonrisa hipócrita alcanza los labios, cuando sale a flote tanto odio por los demás se puede ver que no sólo de amor surgen cosas.

viernes, 8 de junio de 2007

Isadora

Aunque sabemos que en esta cultura del exhibicionismo la sobrecarga de información es demasiada para el corto periodo de nuestras vidas, intentamos aferrar el máximo de elementos que concuerden con eso que soñamos. En ese camino lo que nos llega por instinto es relegado porque nos recuerda cuan animales somos, toda esa herencia manifestada en corazonadas e intuiciones sólo se tiene en cuenta cuando nada más funciona.

Se puede creer como Jacques el fatalista que todo cuanto de bueno y malo nos acontece aquí abajo, escrito está allá arriba; o, que somos 100 % responsables de lo que somos y que eso que llaman destino no es más que el resultado de un proceso lineal.
Para algunas personas sustentar sus decisiones en algo más elevado los ayuda a sobrellevar el peso de las consecuencias (quieren desesperadamente algo auténtico en qué creer). Otros son felices persiguiendo señales en un intento por encontrar la escritura del universo (reconocen la realidad de un sueño). Ninguno deja espacio para que ocurra un accidente, no creen en las casualidades ni los milagros, esconden los impulsos detrás de vicios. Ambos alucinan en la fantasía por el temor a un mundo demasiado perfecto.

viernes, 1 de junio de 2007

Rip Van Winkle

Intentando escapar del asfalto nos sentamos en la banca de un parque a imaginar la vida de los otros, sin envidia, sólo observando. De pronto volteamos a ver y todo lo verde ha desaparecido, no es desapacible pero no hay libertad y la única salida está cercada por un asunto sin concluir. Imaginando mil maneras para evadirlo se consume el tiempo necesario para entender que hay que enfrentarlo con la conciencia de que serán más las preguntas nuevas que las respuestas obtenidas, y aún sin estrategia ni fuerza se hace.

Una persona como cualquier otra que aparece a lo largo de la vida nos envuelve por un instante, nos atrapa en su mundo, nos encierra. Absorto en esos ojos el mundo no existe o no importa. La vida la define cada uno de esos encuentros, concentrado e inconsciente. Y al final como llega se va, luego de agotarla y al intentar racionalizar los motivos que te acercan a ella olvidas el encanto de la casualidad.

Así como vivir pensando en la inminencia de la muerte nos amarga la vida, lo imperecedero nos aleja de lo sencillo. Es necesario sentir la precipitud de la eternidad para poder aspirar a la inmaculada concepción de momentos fugaces, porque sólo de la ilusión germina lo inolvidable, de la inseguridad las fuerzas para conservarlo.

 
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