viernes, 29 de diciembre de 2006

Krakatoa

Hubo una época no muy lejana en la que nos quejábamos de la manipulación informativa a la que los gigantes de la comunicación nos tenían abogados al imponernos sus maneras de elegir los contenidos: los top 10 de la música, el cine, la televisión y la radio –publicitarlo y venderlo. Todo esto resultaba oprobioso pero la mirada independiente no colmaba todas las expectativas, además de que lo comercial no siempre parecía malo.

Cuando la omnipresente red fue acaparando todos los estamentos de nuestras vidas aparte del entretenimiento augurábamos la personalización absoluta de lo que queríamos apreciar. Buscar, descargar, ver u oír y guardar o borrar.

Pero es tanta la basura debajo de más basura generada por cualquiera que para llegar a encontrar algo de calidad es necesario que un filtro nos lo diga. Nadie dudaría de la doble dependencia de los motores de búsqueda para que nos señalen nuestros deseos.

La cultura popular nace de puntos de vista encontrados, ahora que todos pueden publicar, lo relevante es entender que es imposible llegar a todo el mundo, conformarse con pequeñas comunidades dispuestas a clickear lo mismo.

Antes quien tenía algo que decir debía entrar de alguna manera en la maquinaria de los medios, ahora con la democratización de la información sólo tiene que abrirse paso entre toneladas de terabytes para mostrar su talento.
Se podría decir que no tiene sentido crear más porque con paciencia es posible encontrar lo que alguien ya imaginó. Sin pretensiones de copyright tomar prestado y deformar, destruir, burlar y mejorar lo existente.

viernes, 22 de diciembre de 2006

De Bardolph a Rudolph

No es sólo la queja de un gruñón al que no le gusta esta época, es más un homenaje al estilo de los Simpsons o South Park a una temporada que me da comezón.

Así como existe un día para acordarse de que el cigarrillo mata, de que contaminamos el agua o de los muertos; es genial que haya un mes entero -y más- para visitar a los familiares lejanos, para hacer un balance de lo hecho y para compartir con los necesitados.

Es sin duda un momento especial para el comercio: para las grandes compañías de ingeniería de consumo, para las productoras de cine, para las aerolíneas y agentes de viajes, para los astrólogos, para las disqueras y licoreras, para los que se parecen a Santa, para los ladrones, para los que tejen sweters, para los que hacen los comerciales de Coca-Cola, para los que saben hacer manualidades, etc.

Pero y entonces estas fechas para los que no tienen varias tarjetas de crédito con que comprar trebejos qué son?

Mirar el frenesí de los demás por el consumo y excluirse. Sentirse además de pobre aislado a una celebración suburbana que se nutre de alcohol, pólvora y lechona.

Que importa si la tradición entera se basa en los Vikingos o en la iglesia Anglicana.

Es una época de felicidad para los que pueden pagar por ella o recibir de los que les sobra migajas para hacerlos filántropos, personas que mientras se toman un frapuchino con chispas rojas y verdes en Starbucks desean que nieve.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Océano de clorofila

No es sólo maniqueísmo, nuestro pensamiento aristotélico califica las cosas para lograr entenderlas. Por eso tendemos a pensar que los actos humanos surgen de personalidades concientemente creadas por padres responsables o disolutos.

Y esa es una manera fácil y holliwodense de de ver las cosas porque pese a recibir la mejor educación (entiéndase la más costosa), de haber crecido rodeado de todo el afecto, apoyo y comprensión hay personas que de adultas son unos completos cabrones.

Claro que los hay absolutamente beatos que llegado el momento sacan una metralleta en mitad de un parque y matan a todos o que viven promulgando y defendiendo unos valores, desaprobando desavenencias y mueren alcoholizados tras un volante o entre las piernas de una prostituta.

Si la ética no es únicamente enseñada sino que se ha enraizado en nosotros con la evolución por qué esperar que sólo lo enseñado sobresalga y lo que vive en nuestros pensamientos se esconda.

No nacemos malvados o puritanos (obviando su descontextualizada definición). No venimos predispuestos al bien y sin embargo para contarnos nos encasillan, numeran y cuentan.

Como siempre para evitar problemas y adoptando el modelo oriental: las cosas son y no son de la misma manera y a la vez. Todo depende del contexto, la cultura y el humor con el que hayamos despertado.

viernes, 8 de diciembre de 2006

Paparruchas

Todas las acciones del hombre parten del amor ya sea por insuficiencia o por exceso. Unos buscan completarse y otros le prestan más atención a otras emociones que hacen más excitantes sus vidas.

El odio y la venganza se atraen porque si tenemos la capacidad para sentir antipatía también con el deseo de satisfacer el agravio.

Como el acto más responsable de nuestra conciencia la culpa nos recuerda de los que hacemos o no (aunque a veces el sólo hecho de ser cristiano es suficiente). Y después de haberlo sentido todo y de querer buscar el centro de las motivaciones la imagen propia es trastornada, humillada, la vergüenza no por hacer algo en contra de los propios principios sino porque los demás se dieran cuenta de lo que debió permanecer oculto.

El amor es la fuerza necesaria para crear pero son necesarias otras emociones para hacerle contrapeso, para hacer interesante el mundo, para pensar en como debería ser. Que aburrido un mundo lleno de ositos cariñositos atacándose con un arco iris que les sale del pecho en cada discusión.

viernes, 1 de diciembre de 2006

Los miramos hasta que dejamos de verlos

Mientras no sepamos lo que sucede con nuestras almas cuando abandonan el cuerpo la muerte seguirá siendo peor para los que se quedan.

La agonía duele y conocemos el dolor pero cuando acaba no hay descanso sino lágrimas.

Escuchamos en las noticias muertes todos los días, los libros y las películas se basan en historias de muerte y amor (que cuando se acaba es como un duelo). Reconocemos que todo tiene un fin y sin embargo duele. Miramos objetos que no tienen razón de ser y recordamos momentos que parecen un sueño.

Después de la sorpresa viene el dolor en todo el cuerpo, debajo de las uñas. Mareo y frío. No hay ganas de comer ni de dormir y un sentimiento de desamparo lo cubre todo. También hay arrepentimiento por no haber hecho o dicho tal cosa y odio con ella por haberse ido y consigo mismo por haberla dejado ir.

Despertarse con su rostro en la memoria y recordar con culpa, rabia y tristeza que al menos esas fuerzas que crearon todo permitieron por un momento conocerla.

 
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