La búsqueda de pureza es un veneno. Nada es puro, todo está mezclado, hibrido, irremediablemente contaminado y enriquecido por el otro. El queso solo es desabrido y el vino sin más embriaga, juntos encarnan una explosión de sensaciones que empiezan por la boca y se decantan en el alma. Cualquier acto de la vida debería alimentar la felicidad, la comodidad y me temo que eso solo se logra adaptándose a los cambios.
El pesimismo trata de creer que todos los actos están predestinados por un destino ya escrito, ese fatalismo se origina al sentir que hagamos lo que hagamos hay una meta fijada para nuestra vida, escrita ya sea en el cielo, en la mano o en una taza de chocolate. Entonces el optimismo es no creer en el destino y pensar que con cada decisión se configura un camino mezclado de incertidumbres y accidentes que no dependen del orden de las estrellas.
Como si la vida no fuera lo bastante corta hay quienes se la pasan pensando la mejor manera de jodérsela.
El pasado no existe y el futuro mucho menos, lo único que queda es pensar en el presente, actuar de tal manera que se pueda asegurar que el mañana es el que se quiere, qué se saca con estar satisfecho con el recuerdo añorado cuando se consume es el día a día. Es mejor vivir construyendo las posibilidades que aguardando y viéndose en el escenario deseado para que las acciones se muevan hacia allá. No se trata de conectarse positivamente con los sueños sino de vivir un paso adelante. Nada de ya veremos, hay que vivir al extremo hoy. Lo que se inicie debe verse desarrollado. Para qué moverse hacia la oscuridad de las expectativas, eso solo deja personas que se fueron y cosas que no se hicieron.
La mayoría de las personas no penetra en la maraña de sus pensamientos porque debe vivir el día a día, preocuparse por lo práctico de la vida y no por la teoría. Pensar lo que pensamos nos hace humanos pero problematiza con nostalgias, deseos y sueños la raíz del vivir. Ver lo que mueve los actos es correr el velo de los eufemismos para convertirlos es sensaciones. Sentir para vivir y no al contrario. Asusta porque cuestiona los paradigmas, critica la herencia y moviliza los pilares de los valores. No hacerlo es facilista, es agarrarse de lo seguro por temor a explorar y tal vez cambiar.
