Sin comerlo ni beberlo
Desaparece un parqueadero y en su lugar un edificio de oficinas cambia la fisonomía del paisaje urbano. La memoria se queda con el último hito y casi que olvida que lo que ahora es hormigón en un momento fue naturaleza. Claro que unas fotografías tomadas en diferentes momentos del proceso intentan atrapar el recuerdo pero siempre es más lo que se queda por fuera del cuadro. Entonces se camina por un lugar que muta constantemente y al que cada vez es más complicado seguirle el paso evolutivo de la simple funcionalidad. Qué se puede decir de lo que ni siquiera logra aludir al presente la trascendencia de la evocación.