viernes, 8 de mayo de 2009

Nocturnal

Hace más de cien años cuando un friolento personaje se acercaba a una lámpara de gas y la encendía no se imaginaba el cambio tan abrupto que se derramaba sobre la ciudad. Los habitantes probaban el sabor de la noche ya no buscando suerte tras un callejón a través de una cuchillada sino disfrutándola. Ahora, cuando la caída del sol anuncia para la mayoría el descanso de una monótona jornada, para unos pocos privilegiados es -iluminados incesantemente por electricidad- un momento en el que el tiempo comienza a andar más lento, donde los bocados se llevan a la boca pausadamente, los tragos de licor se escancian avidamente y los gestos vuelven a significar.
Tiempo para oler, saborear, sentir y expresar la noche de manera que si bien no disminuye la velocidad, si la hace prescindible.

 
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