viernes, 16 de diciembre de 2005

Vesubio

Pensadores como Noam Chomsky, Umberto Eco, Richard Dawkins y Vaclav Havel se manifiestan contra el terrible daño que viene causando la globalización a este mundo. No se necesita ser un genio para darse cuenta que la brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia y que la perspectiva de un mundo sin barreras sólo beneficia a las potencias.

Las farmacéuticas se instalan en África para probar sus productos, Intel regala en Latinoamérica millares de procesadores obsoletos, Roche pelea para que los medicamentos que controlan el VIH conserven sus patentes, a Coca-Cola le cuesta un centavo de dólar producir una gaseosa.

Las multinacionales nadan en dinero mientras en la cuadra del lado los desplazados piden para alimentar a sus hijos, mientras los enfermos se mueren. Incluso en Alemania donde nadie vive como en Dinamarca los pobres son cada vez más pobres.

Estas corporaciones se instalan donde los impuestos bajos les permiten mayores ganancias, con promesas de inversión y empleo explotan recursos locales sin reparo.

Los países subdesarrollados creen que la construcción de fábricas los hace industrializados cuando su economía se va convirtiendo lentamente a un modelo de maquila. La tecnología mal utilizada favorece la desigualdad.

Se habla de la integración al mercado global de Brasil, china e india. Pero así estos países entren a comer de la torta del consumismo generalizado sus habitantes no verán más pan sobre la mesa porque el dinero es para una junta directiva que estará de vacaciones en un yate en las costas de Biarritz.

 
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