viernes, 28 de marzo de 2008

Dita Von Teese

Un día ingresas al cine con toda tu familia y lentamente te abandonas al absorbente ambiente de ese maravilloso espectáculo, pasan los segundos y la fantasía llega a ser tan fascinante que olvidas lo que dejaste afuera, comienzas dudando sobre la diferencia entre lo que ves y lo que recuerdas y cuando las imágenes se solapan a lo que fue esto se convierte en tu realidad y no sales a la verdadera no porque no puedas sino porque no quieres, esto para ti se transforma en tu vida y todo lo demás no tiene sentido.

Sólo unos cuantos se paran de la butaca e imaginan algo más interesante, se encuentran afuera y disfrutan del mundo real. Los que controlan la proyección, sin embargo, temen el colapso de su estilo de vida e intentan acallar las voces disidentes y cuando lo logran nadie escucha porque están demasiado pendientes de la siguiente charada, del siguiente desmadre sicodélico de publicidad.

No es un sueño dentro de un sueño, ni la visión de un mundo controlado por maquinas que nos usan como baterías. En únicamente la clase de vida que lleva la mayoría de personas que sigue creyendo que un señor con barba blanca metido entre las nubes perdió a su único hijo, un carpintero hippie por nuestros pecados, que sigue entregando su libertad a un estado que lo único que desea es obediencia, que es incapaz de apagar la caja de tubos, dejar de comprar y engordar.

 
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