viernes, 21 de marzo de 2008

Mardi gras

Debe ser nuestro pensamiento lineal que en aras de asimilar más conocimiento prefiere ahondar en las diferencias como si de ellas surgiera la esencia de las cosas. Parece más fácil separar a las personas por edad, sexo, inteligencia, religión, raza, clase, etc. Incluso cuando salen a flote las semejanzas nuestro torcido juicio de belleza las evade. Es más sencillo odiar una cantidad enorme de personas metiéndolas en un saco de prejuicios y estereotipos que amarlas por un reducido número de contradictorias y demoradas individualidades.

Sin embargo, cada tanto cuando nos damos la oportunidad, profundizamos con sorpresa en los demás y vemos con horror que ese edificio de clichés en el que hemos armado nuestra manera de relacionarnos tiene problemas. Entendemos que nuestras infancias y sueños se parecen. Tal vez haga falta más de una vida para llegar a creer que todos somos un sólo organismo pero vislumbrarlo apenas serviría para entender que con un alto poder de abstracción todos deseamos lo mismo.

 
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