viernes, 14 de marzo de 2008

Koan zen

No importa que tan jodidos nos sintamos, siempre hay alguien incluso más perspicaz que logra hacernos ver exagerados o simplemente egoístas. No se trata del locuaz recurso de sentirse bien por comparación ni la manifestación más superficial de una persona con trastorno bipolar, es más una mirada a esa capacidad tan especial de sentirnos vacios, como si fuéramos una cáscara hueca que oculta lo que no existe.

Todo empieza cuando desconocemos las reglas básicas para entender los sentimientos que los demás esperan poner a rodar, entonces se desarrolla una suerte de simulador que aprende a esquematizar los movimientos adecuados para que parezca que hay algo adentro, pero como no existen precedentes aparecen errores que permiten perfeccionar el sistema, entendiendo que todos somos una fachada escondiendo cosas desagradables, lo aceptamos y nos damos cuenta que las cosas son más complicadas que la dicotomía entre vacio y lleno porque se puede estar lleno de porquería y vacío de apegos y es allí donde la visión de la tranquilidad se ve limitada. Es como si apuntáramos con la boca abierta hacia el cielo lluvioso esperando que nos ahogue y las gotas esquivasen tanta responsabilidad. No hay que olvidar que lo que es basura para un hombre es un tesoro para otro. La cuestión es aceptarnos sin importar que tan monstruosos seamos.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.