viernes, 23 de septiembre de 2005

Des-Flor/Arte 4

La luz, el color, la intención, la forma y ese juego de percepción representación son comunes a la pintura y al video en la búsqueda del tratamiento de la imagen. Y así también la iconografía, la semiología, la sintaxis y la mera realidad son puntos de partida para ambos ya sea para alejarse de ellos como para acercarse.

La pintura y el video viven cada vez que son apreciados, continúan modificándose en el tiempo, no sólo por las diferentes ópticas que los focalicen, ni por el hecho de que el óleo siga respirando después de mucho tiempo, tampoco porque el movimiento sea una característica de la imagen, sino porque ambos como una ventana captan ese momento que se les puso enfrente y logran ser lo suficientemente emotivos como para hacer que el espectador reflexione incluso sobre lo que quedo fuera de cuadro (o quien no siente el murmullo del agua con Wisthler o el sofoco con Viola).

El video al ser reproducido se va pintando, va dejando elementos que persisten en la memoria y que fueron colocados minuciosamente para algo. Y al final, esa mirada a cinco pasos de la obra es en el video esa obligación de volver a pulsar play, esa necesidad de hundirse en la textura de cada imagen, esa sensación de volver sin quererlo a la realidad.

Cada pincelada de fotones es un intento por afectar los sentidos, es la genialidad del artista manifestada por lo que fue capaz de no poner en escena.

Son un sueño, una alucinación. Y claro que lo que representan no es real, pero a quien le importa la realidad cuando puede ser magnificada. Vemos el mundo a través de los ojos de un artista que tuvo a la mano el medio que el destino le dispuso para mostrar su visión del mundo y lo uso de la mejor manera. Escucho a la musa conspicua y le recorto un pedazo a la vida diaria para salvarlo de lo impostergable que es el olvido.

 
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