viernes, 14 de septiembre de 2007

Flack

Un hombre cualquiera dedica su vida a hacer las cosas que cree están bien porque su padre se las enseñó o porque su ausencia hizo que las adoptara, un día ve como sus actos se salen del cauce normal, sus manos mueven objetos de una manera inusual y las palabras se desprenden en combinaciones inesperadas; ha surgido la mentira y el engaño, que por el momento y ante los demás tiene un periodo de incubación que con suerte nunca engendrará.

Pero está la conciencia, ese desvarío de la mente pendiente de lo inconcluso que no da espera: en la noche antes de dormir y muy a su pesar compara sus actos y concluye que o toda su vida ha obrado mal o lo bueno se torció, pero sin duda ha cambiado. Lo que siente a través de sus sentidos entra en conflicto con sus recuerdos y se hace complicado torcer un pensamiento profundo conseguido a través de reflexiones y catalizadores que ayudaron en algún momento para sobrevivir.

Cuando se analiza el esfuerzo puesto en la consecución de un objetivo esta parece más importante y valedero pero cuando se evidencia su falta de sustento parece mentira tanto desperdicio y tanta ceguera. Dejar de lado una idea arraigada es como convertir la muerte en el pilar de una ética particular.

 
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