viernes, 12 de octubre de 2007

Mazel Tov

Pese a que hay ocasiones en las que una magdalena nos transporta a miles de kilómetros al instante en el que las cosas no eran tan liadas, otras ni una hoja escrita con nuestras manos logra hacernos regresar a un deleite pasado.

Recogemos durante la vida una cantidad enorme de experiencias esperando que en algún momento de manera consiente sirvan para algo o de manera inconsciente nos hagan llorar. Recogemos diamantes en una isla desierta esperando el rescate, atesorando momentos para sentir nostalgia.

Ciertamente lo que no deja huella desaparece como si no hubiera ocurrido para regalarnos el placer de repetirlo. Uno olvida para de nuevo volverse a sorprender, para sentir que lo que se desconoce es más importante.

Haciendo rayitas en una pared de la memoria es posible sentir la lejanía del tiempo y se hace tan difícil volver a empezar, resetear el cerebro y disfrutar, no sentir un decaimiento porque el punto de comparación se queda quieto.

 
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