viernes, 26 de octubre de 2007

Queretaro

Existe una natural tendencia por en un momento dado colocarse del lado de los perdedores, ya sea cuando una humilde anciana se enfrenta contra una multinacional o cuando un mediocre tenista disputa contra el primer abonado.

Puede ser porque al sentirnos personas del común nos identificamos y vemos como una posibilidad encontrarnos en una situación igualmente desventajosa de la que quisiéramos salir vencedores. Puede ser ese espíritu heroico que nos dice que sólo lo que cuesta sudor y lágrimas es merecido. O simplemente por ternura o lastima hacia el desvalido. Sea cual sea la razón pocas veces el que va perdiendo resulta ganador, pero cuando sucede es como si una empaquetada lección surgiera de la banalidad, como si de la idiotez de la competencia misma manara un prístino valor de supervivencia.

 
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