viernes, 24 de marzo de 2006

Nef de fous

Incluso antes de Erostrato el hombre es conciente de que si no sale del común su existencia al final se parece más a un sueño que a algo real.

No es difícil entender que morir sin dejar tras de sí algunas líneas que lo resuman para algunos es dramático. Sobretodo para los que en este mundo no se están muriendo de hambre.

Algunos optan por hacer su trabajo lo mejor que pueden y sobresalen porque la media humana es mediocre, entonces son reconocidos por modificar la vida de otros.

En otros casos la casualidad, el fanatismo o el ridículo logran sacar del anonimato a artistas, asesinos y come insectos. Viven para ese instante excepcional (no creo que Shakespeare lo hubiera considerado sublime) para el que consideran que nacieron.

Los occidentales somos más inclinados a la irreversibilidad del olvido como personas porque intentamos de alguna manera individualizar las experiencias. Los círculos de Confucio o el comunismo mismo esconden o evitan lo que no se conecte a favor de un bien común.

Los medios masivos de comunicación son un paliativo moderno que permite que cualquiera tenga 15 segundos de fama con cualquier pretexto. De lo más patético a lo más sublime, del libro Guinness a la Enciclopedia Británica pasando por un motor de búsqueda.

Los que viven para llamar la atención, que no llegan hasta ese punto como una consecuencia de su excepcionalidad, regularmente son como ese griego del que sólo sabemos que quemo el templo de Diana.

 
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