viernes, 10 de junio de 2005

Desfacedor de entuertos

Que yo recuerde desde Ulises todos extrañan algo que han perdido: el hogar, una mujer, un hijo, la fortuna o el reconocimiento. No recuerdo que hice ayer, sufro una larguisima amnesia infantil, y sin embargo, extraño muchos pasados en los que no viví.

Los grandes personajes con un pequeño trauma, una adicción, un resentimiento o una profunda ceguera logran forjar una historia que logra perdurar. No soy dado a las biografías y nadie ha tenido una vida lo suficientemente ejemplar como para desear haberla vivido. No sueño con vivir la vida de nadie sólo que cualquier época parece más interesante que esta.

Son las mismas ensoñaciones que siempre suceden cuando termino una novela, paso la última hoja, cierro las tapas y volviendo a la realidad me siento defraudado con esa lámpara alógena que me da en la cara. Será que sólo en las novelas las cosas parecen edificantes (Aristóteles diría que sólo así debería ser) tan envidiables y atractivas.

Antes se vivía para respirar no se respiraba para vivir. Se blandía la espada para seguir vivo otro día. Con la cara llena de cicatrices y la garganta adolorida de jurar por Dios o por quien fuera defendiendo la hidalguía o sólo a la madre mentada.

Si había valor o miedo, cada expresión de la cara manifestaba sin máscaras lo que se sentía o pensaba. Los libros cuentan de hombres con profundos problemas sicológicos a los que les valía un ardid si el alma estaba en el cerebro o en el corazón. Cuentan de épocas en que se luchaba por un rey por una religión, por comprender cosas que estando ocultas permitían que Verne escribiera tan bien.

Han habido guerras siempre, son como el alma de la humanidad. Y en las historias siempre han habido inconcientes, fanáticos, prostitutas, héroes, mártires, santos, mujeres hermosas, sabios, dictadores, cobardes, valientes y lucidos. Pero es ahora cuando todo parece tan bajo, tan ruin. Por qué esta época es tan poco poética, tan poco romántica.

Es una triste historia que no menciona a la gente que no tiene esta noche ni un mendrugo de pan para comer. Cómo vivir sin un burbujeante y aromático baño de agua caliente con chorros de agua para eliminar el estrés. Me quejo sólo para contrarrestar esa velocidad que agobia a veces, de ese mundo que lo mide todo con las metas triunfadoras del vecino.

 
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