viernes, 26 de enero de 2007

Crab’s

Quién no se ha sentido burlado cuando descubre que el aparato que compró hace un par de meses cuesta la mitad y que por lo que pagó en ese entonces consigue algo más sofisticado.

La gente es conciente que con el tiempo los objetos se desgastan y hay que reemplazarlos, pero la velocidad con que la tecnología se hace obsoleta actualmente es insultante. Las cosas hoy en día no dejan de funcionar, sólo se vuelven mejores, más rápidas y por supuesto más baratas. Las pantallas planas con más resolución, los teléfonos con más funciones, los reproductores de música y USB con más capacidad y las cámaras con más píxeles.

Algunos aspiran mantenerse a la vanguardia, adelantándose al futuro comprando cosas que aún no están en capacidad de utilizar a precios elevados. Se puede culpar a los diseñadores por crear cosas irresistibles o comprar lo que se necesita, cuando se necesita sin lamentarse cuando la siguiente generación apabulle la novedad.

viernes, 19 de enero de 2007

Joie

Hay una clase de objetos personales utilizados para adornar el cuerpo. Son tan especiales que dramatizan su estatus y realzan su belleza. Hacen sentir a su dueño agradable y orgulloso. Quienes usan joyas quieren llamar la atención, demostrar riqueza y ante todo ser mirados.

El hombre toma un material de la naturaleza y conciente que por su escasez sea costoso y bello. El trabajo le da otro valor, pero es el ser humano el que carga estos elementos con momentos y sentimientos, con situaciones y humores. El sentido de pertenencia y de intransferibilidad les imprime recuerdos vivos.

Pese a que de comienzo son piezas ornamentales con una función estética y corporal, diseñadas y luego modeladas con las manos. Se internan en la mente, se presentan en la esencia y personalidad del ser, al estar tan cerca de su corporeidad tocan su pasado y sus sueños, lo hacen viajar en el tiempo a los hitos de su forma de ser.

Sin embargo, no todo lo que cuelga es un adorno y para algunas personas (no sólo marineros y presos como piensan algunas mamás) llevar algo que los represente se les mete en la piel con tinta. Esas pequeñas obras de arte (aquí la subjetividad toca su máximo esplendor porque a menos que sea demasiado el vino en la jiñapa la decisión es personal) cubren la frontera del cuerpo con algo que recorre dentro y que sin abrir la boca se desea expresar.

La aguja rompe la piel y cada andanada de sangre borra el bosquejo, las manos buscan la línea, la imaginan y saben que al desinflamarse la decisión de haber utilizado al cuerpo como un lienzo tiene recompensa cada vez que se observa y se recuerda. El tatuaje es la joya más personalizada que a través de unos trazos y unas sombras intenta condensar lo que fuimos, lo que nos marcó y lo que deseamos tener siempre encima.

viernes, 12 de enero de 2007

Wootz

Las galerías de arte representan un reducto alternativo del arte convencional en cualquier época; junto con los salones temporales y uno que otro museo de arte contemporáneo son la manera de conocer para donde se mueve la modernidad.

Ya no es necesario ir a una catedral con un cebo en la mano para ver la majestuosidad de una obra. Las estructuras compiten ahora en grandilocuencia con lo que contienen para congregar turistas consumidores.

En una época en la que, sin exagerar, cualquier elemento de uso es elevado a una condición plástica posiblemente apreciable, donde los conceptos parten de la cotidianidad y donde un puñado de esnobs deciden las tendencias futuras, se hace necesario tomar partido.

Tal como sucede con la música: después de perder la inocencia con The Rolling Stones y de enamorarse de The Beatles, llega un momento en el que todo ser humano debe decidirse por uno de los dos so pena de perder a ambos con el tiempo.

Muchos pueden, sin embargo, soportar la cadencia con que las instalaciones y performancias intentan desbaratar paradigmas, pueden ver en uno que otro artista moderno ese germen tan fructífero de las vanguardias, además, ver todo eso en la misma línea de flotación del arte clásico. Son capaces de hacer paralelos entre Giotto y Ron Arad.

La única diferencia entre arte y belleza debería ser el tiempo. Lo bello debería emocionar como un golpe seco las emociones de quien lo admira, si para entenderlo es necesario conocer las razones del artista no vale la pena. Prefiero un Giovannoni que un Shaw.

Pero cuando oigo que un Botero cuesta un millón de dólares o que una de las obras más importantes del arte colombiano de los últimos treinta años son un montón de medias veladas rellenas de tierra no puedo evitar pensar que están lavando dinero.
Hay cosas en las que es mejor quedarse obsoleto, acoger esa frase de “todo tiempo pasado fue mejor” y consolidar al diseño como ese nuevo alter ego de nuestros espíritus.

viernes, 5 de enero de 2007

Tau

Cada vez que uno piensa en la ley de Murphy el universo se confabula para que las cosas salgan de la peor manera. Pero la culpa no es de una regla escrita en un gran rollo allá arriba, la predisposición es la madre del pesimismo.

Toda madre en algún momento tuvo que decidir entre si decirnos que lo que nos estaba dando era aceite de hígado de bacalao o decirnos “pruébalo, te va a gustar”. Si a la edad de seis o siete años logramos hacer una imagen mental de lo que podría ser una babosa emulsión de las tripas de un pez nuestra respuesta era correr o llorar después de elegir entre respirar o tragar. Si por el contrario fue una de tantas veces en la que fuimos engañados para tomar un jarabe creo que de adultos agradecemos ser unos vigorosos crédulos.

La expectativa daña la experiencia sin importar hacia que lado de la balanza se incline. Si nos dicen que tal película es buena la vemos esperando ese momento de esplendor que la salve. Si nos dicen que tal restaurante es malo agradecemos no haber hecho caso y haberlo visitado. No tiene sentido entonces leer la critica de una novela cuando el juicio de quien la escribe está supeditado por miles de circunstancias ajenas a lo que leyó.

Sin embargo leemos y oímos los consejos de otros ante la incapacidad de disfrutarlo todo y completamos el círculo sirviendo de filtro para otros.

Que rico es un omelet cuando no nos enteramos cuanto ajo tiene.

 
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