viernes, 5 de agosto de 2005

Ya sabéis sin que os lo diga

Así como la capacidad de sorprenderse se va atenuando conforme los computadores abren un espectro cuyos límites son evidentemente la imaginación; también la capacidad de horrorizarse.

Intentar entender la naturaleza de la muerte es una cuestión de estadísticas, estar actualizado es poder quitarle el rostro a los muertos y contarlos por razas, por géneros. Pero es que es muy jodido personalizar cada uno de los seis millones de muertos del holocausto.

Todo parece indicar que para que un crimen absurdo nos llame la atención necesita ser novedoso porque si se repite la fórmula homicida inevitablemente se convierte en un deja vu sin relevancia.

Es como leer el último libro de Hawking e intentar sentirse egocéntrico. El sueño de despertar en medio del océano y lamentarse por no volver a ver la "Habitación en Arles" de Vang Gogh.

 
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