viernes, 7 de abril de 2006

Wallon de Sartou

Heráclito dijo que es en el cambio que encontramos el propósito. Entonces, por qué le tenemos miedo, le huimos; la mayoría de las veces preferimos que las cosas permanezcan sin modificaciones.

Supongo que ocurrió cuando dejamos de ser nómadas y descubrimos el psicoanálisis (con todas las implicaciones sexuales que pueda contener). Abrazamos inútiles rutinas con tal de vivir tranquilos.

No abogo por los ambidiestros, bisexuales o aventureros, que hoy en día no dejan de ser más que un producto de la imaginación de los editores de revistas de moda. Digo que la vida es muy corta para ser radical, para aferrarse ciegamente a una razón de vida. Digo que la vida es muy larga para no cambiar.

Cuando los gobiernos caen, cuando descubrimos que podemos amar a otra persona o cuando cambiamos de perspectivas para entender a los demás sin obligarlos a pensar como nosotros, sentimos el temor de tropezar con lo desconocido, de lastimarnos con débiles esperanzas, de soltar ese pájaro seguro por futuras ilusiones.

Sin embargo, el destino nos arroja a nuevas posibilidades agotados de la monotonía y en el último instante cerramos los ojos, aguantamos la respiración y creemos… sólo para empezar de nuevo a acostumbrarnos.

 
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