viernes, 20 de abril de 2007

Del parpadeo de un robot

Nuestro cuerpo responde antes que la mente ante estímulos rutinarios o de los que dependen la vida. Pese a ello, se exagera la petición social de pensar antes que actuar. No siempre la razón configura los hechos sino que las sensaciones arrastran los sentidos por senderos inesperados y la mayoría de las veces placenteros. Porque si bien le tenemos miedo al cambio lo inesperado moldea mejores experiencias.

Deseamos tantos objetos cuando al final lo único realmente propio son los recuerdos, viajamos en el tiempo reconstruyendo lo que creímos vivir y planeando lo que nos falta, trasladamos lo que somos hoy tanto al pasado como al futuro porque esa conciencia de sí mismos es más importante que la información para sentirla nuestra.

El tiempo no es oro, no es únicamente ese vector que avanza sin predicamentos en pos de nuestra muerte. Si la vida igual con cada respiro se está yendo por qué cargarla de complejidad y cosas que no nos gusta hacer, Gozar de las cosas sencillas se lleva nuestro aliento lentamente, cada cosa que hacemos es valorada en una dimensión que sólo nos importa a nosotros.

 
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