viernes, 6 de abril de 2007

Sparks

Sé que es un paralelo extraño y que tal vez pueda ofender a alguien pero es de lo más inocente: Internet es un ejemplo de lo que sería el mundo sin un dios o mejor dicho sin el control de las religiones.

Nuestra vida en sociedad está armada sobre unos patrones de comportamiento que no sólo están controlados por las leyes sino que nosotros mismos inhibimos ciertos comportamientos que nuestra moral nos restringe. En la red nada de eso sucede, el anonimato permite que cualquiera haga lo que quiera y cuando quiera, en la medida en que la gente logra desdoblar su personalidad y crear un ente virtual lo hace para manifestar lo que en la realidad su código le prohíbe. Y no sólo se trata de sexo, tiene que ver más con la clase de información que no se nos ocurriría buscar en una biblioteca pública, la clase de personas con las que conversamos en el trabajo o los artículos que compramos en el supermercado.

Cuando las personas ocultan su verdadero rostro se dan cuenta que no es necesario esconder nada y ante la falta de estímulos emocionales serios (una mirada por ejemplo) las interacciones se arman a partir de malentendidos, de impulsos rebeldes y de lo que se envía sin pensar en las consecuencias.

 
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