viernes, 13 de mayo de 2005

Belleza y utilidad

Nos plantamos horas de nuestras vidas frente a un espejo afeitándonos o maquillándonos, existen cirugías para poner o quitar senos y pectorales. Pendientes de exaltar lo que no está y apretar lo que sobra.

Hay días en los que cualquiera se despierta pensando que quiere comenzar a hacer ejercicio, dejar de fumar, volverle a hablar a ese alguien con el que tuvo una discusión irreconciliable o sencillamente decide que hay cosas que hay que cambiar y que nada tiene que ver con el color de las paredes.

Estamos acostumbrados a pensar que nos falta algo, que somos incompletos, y pensamos que es dinero fe o felicidad lo que hace falta y hacemos lo que vemos en otros para satisfacer, para amoldarnos a lo que creemos hace sentir bien. Pero llega un momento muy corto (parecido al que habla Shakespeare explicándonos nuestro papel en el mundo) en el que nos damos cuenta que las cosas no son así, que no hay nada allá afuera que pueda completarnos, que todo ya lo está.

Ese momento pasmoso es para recordar que estamos vivos y que no somos simples consumidores de modas y de culturas, no nos da nuevas teorías sobre cómo ser mejores o peores personas, es un espacio para sacar eso que estaba escondido, esa vibración que nos une a los demás, esos momentos que nos cambiaron la vida pero decidimos no darle crédito.

Unos necesitan yoga, filosofía, un poema de Cavafis, una película de Kurosawa, una novela de Coelho o Chopra, una canción de Serrat, una pintura de Munch, no digo que muchas de las respuestas de lo que es vivir no se encuentren allí y que el espíritu no necesite un empujón para dejarse ver, pero luego cuando sentimos que somos y que no solo estamos (como veía Heiddegger) abrazamos la existencia que hemos llevado como algo real, y nos gusta.

Ese momento no sucede después de un intento fallido de suicidio ni de un soplo alucinante con narcóticos tampoco conociendo profundamente a Cristo en una alabanza al estilo Gospel. Ocurre cuando se siente que debajo de ese hollín tecnológico que depende del tiempo y de las apariencias modernas subyace algo que solo aparece en los libros muy antiguos, esa esencia que lo colmaba todo porque todo estaba en equilibrio.

Imposible de dejar de lado hoy en día la tecnología, ese libre pensamiento, las obras de arte hechas en ordenador o la comida genéticamente mejorada pero cuando recordamos que las cosas no fueron así siempre que alguna vez fueron sencillas son otros ojos los que nos permiten ver lo que realmente se esconde detrás de lo que decimos, pensamos y tocamos.

Al final de cada vida con miles de dudas nos enteramos que no necesitamos escuchar nada nuevo, que cada pensamiento estaba dentro de nosotros incluso cuando decidimos que las cosas sigan igual lo hacemos consientes de que todo es consecuencia de lo que pensamos, sentimos y deseamos.

Hay personas para las que estas cosas suenan a vaga superación personal de libro de Umbriel o a exhortación influenciadora de un fanático. Prefiero pensar que sólo son palabras sobre algo que a veces siento, con una buena película o un buen libro.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.