viernes, 7 de octubre de 2005

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Los seres humanos cada vez nos sentimos más solos. Casi todo el mundo tiene prisa. Casi nadie sueña con grandes aventuras. Casi nadie tiene tiempo para largas charlas o para leerle un cuento a sus hijos.
El día se llena con múltiples actividades y al regresar al hogar nos sentimos tan fatigados que sólo deseamos conectarnos al televisor y contemplar las aventuras asombrosas o los desengaños amorosos de un montón de héroes de ficción que habitan las películas de acción o las telenovelas. Sufrimos con ellos. Hacemos fuerza para que una joven le demuestre a todos que no es insignificante y merece acostarse con el heredero de un sin fin de cualidades entre ellas el dinero.
También solemos gastar tardes y noches descargando archivos de Internet. Los niños juegan con aparatos de video y se conectan al celular o al reproductor de mp3. En algunas casas la familia completa cree compartir sus tardes mientras observa en silencio la pantalla. Es verdad que como todos los aparatos modernos entretienen, pero no podemos reemplazar nuestros sueños por las telenovelas, no podemos cambiar nuestros diálogos por videos musicales. Nada electrónico reemplaza a una persona cerca. Tomar las riendas de lo que nos sucede y de lo que vivimos es mucho más importante y útil que seguir adormecidos contemplando el destino de entes que ni siquiera existen.

Aunque paresca increíble tanta información bombardeada a miles de bytes por segundo no nos hace más inteligentes, sino que nos impide estar con nosotrois mismos, con nuestra memoria y esa posible creatividad que se desvanece.

Recuperar la fantasía es algo que sólo se logra desconectandose, atesorando la habilidad para crear sueños propios.

 
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