viernes, 11 de noviembre de 2005

Des-Flor/Arte 7

La video-instalación y la video-escultura incorporan al espectador dentro del significado de la obra ya sea retroalimentando con su presencia el entorno o simplemente recorriéndola en el espacio. El espectador se sumerge en un ambiente que puede tocar y afectar con su corporalidad. La imagen se convierte en un elemento más de la composición a veces aportando sólo con la fluorescencia de la luz que despide y a veces como catalizador de los mecanismos físicos que la circundan.

La video-instalación y la video-escultura como obra de arte se acerca al museo para ser difundida y utiliza al video (ya no arte) para ser documentada.

El problema para un video-artista, por más exquisita que sea su obra, es que al trabajar en un medio magnético o digital puede ser copiado o reproducido sin recibir nada a cambio.

Entonces utiliza las instalaciones y esculturas porque al incorporar ya sea monitores o imágenes al contexto deja una memoria material que puede ser palpada.

Por un lado existen las becas, los mecenas y coleccionistas y por el otro los que no saben nada de arte ni les importa saber y no lo van a ayudar a subsidiar. Y es el antagonismo de los pocos que se interesan y los muchos que no lo que mantiene al arte en un estatus que lo aleja incipientemente de la producción en masa.

Como decía Quevedo “las musas no van de la mano con comer caliente”.

Cuando es el mercado el que alecciona la producción, el arte nace corrompido por ideas generalizadas que se acercan a la publicidad o al comic, el artista necesita comer y realizar más obras, pero su espíritu debe permanecer inspirado por lo que ve del mundo y no por lo que le dicen que vea.

 
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