viernes, 20 de enero de 2006

Amaterasu

Os estaréis preguntando por la juerga de esta noche. Tenemos vino en el campamento como para fletar un barco. Cuando hayan muerto, será todo vuestro. Ah, sí; y las mujeres del campamento os estarán... agradecidas.

Si alguien da a conocer sus opiniones es porque las considera valiosas, porque nadie las ha dicho o porque a veces es inevitable hacerlo. Y contadas las excepciones los creadores no son geniales en la abundancia, me atrevería a decir que los mejores se sazonan en la abstinencia, no sólo de la satisfacción de necesidades físicas sino de cariño y afecto (y por consiguiente de buen sexo –porque aunque el tema de este escrito no sea ese, sin amor el orgasmo causa un inmenso disgusto mezclado de tristeza).

Ya se ha dicho que se escribe para conquistar fama y poder, pero como anotó Sartre, tales cosas pueden lograrse más fácilmente por otros medios. Dicen también que el escritor busca liberarse de algo; o quiere escapar de la realidad, o entender el mundo, o comprender la naturaleza humana.

Escribo porque me gusta mentir, porque no se hacer nada más, a veces por venganza, porque se que voy a morir, porque quiero. Las musas a veces sólo se acercan cuando huelen la melancolía o cuando ven el plato vacío.

Me gusta tanto leer que es inevitable escribir, como un destino fatal. A veces por la pasión que inspiran las mujeres (cuando no es suficiente decir “Puta que te parió”, ya que los adjetivos luchan por salir).

Pocos entregan lo que en medio del barullo diario es tan valioso, el tiempo. Tiempo para pensar en los demás. Inventarse la vida porque esta es muy aburrida.

 
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