viernes, 6 de enero de 2006

Wendy. ¿Por qué tenemos que crecer?

Aunque las preguntas difíciles obtienen respuestas estúpidas el hábito de ser realista es más poderoso.

Cuando los almacenes latinoamericanos se atiborran de compradores de televisores de plasma y cámaras digitales vale la pena considerar cual es el arquetipo que los ciudadanos promedio buscan imitar.

Diversión y opulencia. Hummer, Fox, Mac D, Miramax y Microsoft.

Cientos de productos, miles de canales y millones de páginas de Internet norteamericanas son seguidas por gente de todo el mundo. Colmando con su estilo de vida los sueños de los que quieren una vida completamente feliz.

Se impone un tipo de belleza que no es de ninguna parte. Existe una droga para imitar cada emoción (Paxil, Prozac, Ritalin, Ativan, Vicodin, Ambien). Y como lentamente el modelo es reproducido por todo el planeta (China celebrando navidad) nos hacemos dependientes de lo que mantiene la maquinaria engrasada: guerra y sexo.

La cultura que exportan no es la que viven. Los norteamericanos promedio son obesos solitarios consumidores adictos de cualquier cosa: armas, drogas, tecnología, comida, autos, licor y lo que se puede calificar como entretenimiento pasivo.

A los gringos no les importa cómo se vive en el resto del mundo. No saben ubicar en el mapa a los países a los que venden armas. El estilo de vida americano se vive por fuera de sus fronteras.

Claro que Latinoamérica queda al occidente y que una visión de la vida más espiritual sólo es asequible a través de la amanerada cultura cristiana, y eso por sí sólo es bastante decepcionante. Al fin y al cabo el mal prevalece cuando el bien no actúa.

El país y la familia en que se nació definen el poder de disfrutar lo que los demás disfrutan sosegadamente o el de hacer algo por los que no tienen los medios.

No sólo son cuestiones de moda. La normalidad se vuelve conformismo y no seguir el paradigma hace antihéroes. Nadie se pregunta qué pasa porque está ocupado pasando canales.

 
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