viernes, 3 de febrero de 2006

Problemas en el paraíso

Te pueden decir que tal cosa sabe mal o que tal otra es un elixir sagrado. Pero si no lo pruebas tú mismo todo eso no es más que basura.

Como cualquier ente orgánico que se pudre día tras día, aprendemos de la experiencia. Llorando, riendo e incluso vomitando. Entonces elegimos carreras estúpidas para poder escoger un trabajo todavía peor. Nos afiliamos a cualquier ideología para poder sustentar coherentemente nuestras teorías, nuestra ética y nuestra personalidad, para luego, al final comprobar que todo se parecía a lo que nos decían que era.

Ya lo habíamos oído, como una advertencia y aún así nos pasamos la vida tocando el queso conectado a la batería. Esa exquisita lucidez que se necesita para tomar las mejores decisiones sólo aparece cuando sangramos, cuando beodos entendemos que algo no se va a volver a repetir.

No hay que ser taoísta para entender que la vida está llena de ciclos, como si el camino fuera una espiral volvemos a recorrer algo parecido y aunque concientemente no lo recordemos el cuerpo reconoce que por “ahí” no es y el destino permite que lo afrontemos de manera decorosa con algo de sabiduría.

La existencia es muy corta para probarlo todo, para leer todos los clásicos, para adquirir todo el conocimiento y acostarse con todas.

Un perfecto tonto decía que no le deseaba suerte a nadie porque eso era para los mediocres. Yo creo que el azar existe, pero hay que provocarlo con pequeñas decisiones que crean consecuencias para afrontar y disfrutar.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.