viernes, 30 de junio de 2006

Escotoma

¿Qué está tan arraigado en nuestros imaginarios que nos permite suponer que el estilo de vida del otro está más justificado por su manera de gastar?

La modernidad permite tantos matices que incluso lo que se sale del dogma está previsto y es representado por una tendencia de la moda que se repite de vez en cuando. Las sociedades del primer mundo dividen a su gente entre consumistas y laboristas.

Elaboran necesidades para aprender a satisfacerlas, trabajan para ello y una vez satisfechas crean de acuerdo a su poder adquisitivo nuevas y más difíciles de alcanzar, se convencen de que necesitan más objetos para ser felices pero cuando los tienen nada pasa.

El equilibrio consiste en agotarse en el consumo para disfrutar del ocio y cansado de este volver a la labor; aunque detrás del consumo no quede nada, se hace importante saber cuánto tiempo se dedica a trabajar y cuánto a consumir.

Nosotros, mientras tanto nos paramos frente a las vitrinas, observamos los maniquíes ataviados, queremos parecernos a ellos y los envidiamos aún cuando sabemos que tampoco nos hará felices.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.