viernes, 7 de julio de 2006

El último canto de un cisne

Una cosa es saberse las doce estrofas del himno y el canto a la bandera entendiendo sus categóricos requerimientos de entregar la vida por la patria, usar la manilla y la camiseta con el tricolor y comprar una artesanía para que los Uitotos entren adecuadamente al libre mercado.

El comercio globalizado hace que las cosas sean iguales en cualquier parte, los souvenires no son más que estereotipos en bolas de cristal. Cuando vamos a la costa a saborear su exoticidad presenciamos una mutación de las costumbres periféricas por una homogenización del ocio.

La identidad va más allá de mantener las costumbres estando en el extranjero, no es tener un sombrero vueltiao colgado en una pared de la sala, ni hablar bien del lugar que lo vio nacer.

No apreciamos con tanto encomio lo que tenemos al lado, no lo conocemos ni nos interesa hacerlo pero si alguien lo quiere recordamos que es nuestro. Las cosas se aprecian mejor cuando con esfuerzo se consiguen, mientras mas cuestan más profundo el merecimiento.

La idea es parecernos para diferenciarnos, asumir nuestros rasgos únicos para sentirnos diferentes. Entender que lo importante no es lo que esté en capacidad de brindarnos un lugar para sentirlo nuestro sino lo que cada uno es capaz de entregarle para hacerlo mejor.

 
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