viernes, 13 de octubre de 2006

Glam

Mientras me lavo los dientes miro por la ventana y del edificio del frente me llega el reflejo de esa entidad amarilla que me obliga a volver al ropero y cambiar de opinión.

Una camisa beige de manga corta y sin chaqueta. Aprovechando lo que para algunos es un buen día por el hecho de ser soleado camino hasta el trabajo y después de media hora, lleno de sudor y absolutamente fastidiado comienzo a lidiar con ese reflejo que se filtra por las persianas y da en la pantalla.

Pienso que con el pasar de las horas inevitablemente las cosas van a mejorar porque la tierra tiene que rotar pero luego de intentar mil posturas para ver lo que necesito el dolor de cuello me dice que no fue así.

En la tarde, con las manos pegachentas y el entrecejo cansado de evitar el deslumbramiento un arco-iris le da la bienvenida al primer ápice de paz del día. Mientras, la gente a mi alrededor no permite que las intermitentes gotas formen libremente prismas sobre sus cabezas sino que las espachurran sobre el vinilo del paraguas.

Como una cortina las nubes se cierran sobre el cielo y como si lo estuviera esperando, el viento va lanzando oleadas de agua a los que se esconden en las fachadas.

Muy en el fondo alcanzo a pensar en mi atuendo cuando los zapatos comienzan a sonar desaliñados y la piel se eriza. Pero no dejo de pensar que al fin y al cabo así es como debería ser Bogotá y no de otra forma.

 
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