viernes, 6 de julio de 2007

Humani Generis

Hace tan pocos años que condenaron a Galileo por afirmar que la tierra no era el centro del universo que parece cómodo entender a la espiritualidad humana -léase creencias religiosas- como el componente etéreo motor de la vida y que organiza y da sentido inmortal a la existencia. Incluso quienes no son fanáticos se alejan del pensamiento netamente materialista de que todo en nuestro interior se puede explicar físicamente.

Evolucionamos lentamente desde una única célula pasando por el pez que decide caminar y el chimpancé con organización social; apenas ayer nos erguimos y hoy nosotros tenemos alma y el resto de los animales no. Necesitamos acariciar la sensación de que somos criaturas sobresalientes y no una suma de azares y mutaciones provocadas por las condiciones del entorno.

Ninguna capacidad humana es exclusiva sólo resaltada en nuestro contexto sociocultural. La empatía, la aversión y la alegría son desencadenados por la expresividad de un gen. El cerebro y el sistema nervioso forjan la moral. Los sentimientos se alojan en una célula igual a la hay en cualquier ameba. Ser racional no debería ser incompatible con sentirse único, entender los procesos químicos de nuestro cuerpo no nos impide tener una mente lúcida, tranquila y cultivada.

 
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