viernes, 14 de diciembre de 2007

Huneker

A medida que la gente envejece se va dando cuenta de que con el paso del tiempo un cerebro más maduro se va adaptando a las condiciones que va imponiendo el entorno porque lo considera ya aprendido. Es como cuando tenemos mucha hambre y aguardamos en el restaurante un plato enorme rebosante de comida, pero vemos cómo se acerca una modesta versión de lo que esperábamos con la predestinada conciencia de que va a ser necesario luego un postre o algo más, sin embargo, a medida que los ojos pierden autoridad frente el paladar entendemos que la porción era justo lo que nuestro cuerpo requería, ni más ni menos. No es que el cuerpo quiera menos o que la mente se halla convencido de ello, es que ha modificado su deseo a medida que se da cuenta que la satisfacción no se hace de cantidad. Evoluciona, lentamente deduce que nada es lo que parece.

 
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