viernes, 28 de diciembre de 2007

Sibonei

No sé si sea el efecto residual de tanta película navideña o que con tanta celebración a media noche he recuperado el insomnio, pero no puedo evitar pensar que si para algo sirven estas fechas es para desalentarse y no por no poder comprar todo lo que parece obligatorio sino por ver la manera como la gente tiene que programar en su agenda cuando hacer manifestaciones de afecto.

En un día cualquiera del resto del año esas personas que se cruzan a nuestro paso sólo son el entramado de algo estático que son nuestros deseos. Entonces la intensidad de la relaciones es medida por la capacidad de satisfacer nuestras expectativas. Estamos obsesionados con la intensidad de todas las experiencias hasta el punto de agotarlas. Nos volvemos adictos a un conjunto de emociones que luego el vínculo químico nos impide abandonarlas y como existe la posibilidad de sentirse bien por comparación, ubicándose en un índice porcentual siempre va a haber alguien en peor situación y en contraste todo anda bien.

No es un elogio a la amistad ni a las redes sociales sino a hablar cara a cara. Frenar, detenerse, y sinceramente interesarse por la vida del otro, no para comparar, juzgar o intervenir sino para sentirse conectado no como en facebook sino de verdad. Nada reemplaza las relaciones humanas y cuando a uno le interesa alguien lo busca así ya no comparta nada con él.

 
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