viernes, 7 de diciembre de 2007

Joulupukki

La finitud de la vida misma nos confirma el hecho de que nada dura para siempre, sabiendo esto por qué es tan difícil vivir las tristezas con la absoluta conciencia de que tarde o temprano acabarán y de que algo bueno dejarán, así como también lograr vivir las alegrías con mucha fuerza antes de que efectivamente lleguen a su final.

Por supuesto que el conocimiento de estos temas no garantiza que nos volquemos sobre la infelicidad con ahínco y que no dejemos pasar los buenos momentos sin inmutarnos.

Cuando se es más joven es común concentrarse en los aspectos negativos de la vida, en que todo parece una sin salida o puede mejorarse; luego esas mismas cosas parecen oportunidades y al reconocerlas se viven lentamente, degustándolas, saboreándolas, dejando la mitad para el otro día para no perderles gusto, para alargar su deseo.

 
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