viernes, 22 de septiembre de 2006

Fatum

Una camisa de manga corta holgada es imprescindible para acceder a uno de esos lugares, atravesar el aviso luminoso de la entrada, sentarse en una butaca de la barra y verse en el reflejo entre las botellas.

Se acostumbra oír el consejo del bartender o dejarse llevar por la simpleza de una cerveza; aunque hay ocasiones en las que el olor amargo a Vermouth se mezcla de manera perfecta con el dulzón maraschino, el sonido del cuchillo al golpear la madera después de tajar el limón y de ver como el hielo molido saca los mejores visos de la soda.

Después de sopesar el clima, los sentidos toman la decisión y lejos de cualquier bodeguita comienza la magia cuando el azúcar y el limón caen en un vaso alto, luego la menta es apenas presionada contra los lados (sólo un poco), el hielo hasta el tope recibe al ron blanco y en seguida de mezclar, la soda.

Las 28 piezas de dominó se despliegan sobre las mesas mientras el azúcar se disuelve y la lengua se sorprende. Sólo queda dejarse llevar por este placer poco culpable de un viernes por la noche.

 
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