viernes, 8 de septiembre de 2006

Lupita

Llegar a las ocho de la mañana, encender el computador y tener el último momento de calma mientras se carga el antivirus; luego no importan ni las ganas de orinar, parpadear o ir a comer.

Solo se es conciente de que se vive el desenfreno cuando un programa inestable se cierra obligándonos a perder unos nanosegundos de productividad. Las alertas del MSN despejando dudas laborales y si pasa una mosca o el reflejo del sol da en la pantalla son para recordar que ya es tarde y que el tiempo no alcanza para todo.

Los minutos se encadenan con los días y los meses son testigos de que lo único que queda es llegar a casa y encender la caja tonta porque los ojos no darían para leer o pensar en descansar.

De todos modos hay que probar las cosas para comprobar que no nos gustan.

 
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