Las sirenas y las voces, el humo y el frío. Los rostros que no miran y los atascos. La ciudad agobia y el llegar a casa puede verse como una ilusión de descanso. Quitarse los zapatos y abrir el congelador, recostarse y sentir la respiración.
Sin embargo, después de unos minutos el sobrecargado cerebro siente pánico ante la inactividad: ojear el periódico, cambiar canales en la caja tonta, repasar pendientes, escuchar música, navegaren Internet, comer algo y perder el tiempo por telefono.
La idea de la soledad es mejor que la práctica.
Los que no tienen a nadie se sumergen en trabajo y estudio los que lo tienen quieren ir a cine solos.
O será que simplemente queremos lo diametralmente opuesto a lo que tenemos. Añoramos ruido en el silencio y libros nuevos cuando no hay tiempo para leerlos.