viernes, 15 de diciembre de 2006

Océano de clorofila

No es sólo maniqueísmo, nuestro pensamiento aristotélico califica las cosas para lograr entenderlas. Por eso tendemos a pensar que los actos humanos surgen de personalidades concientemente creadas por padres responsables o disolutos.

Y esa es una manera fácil y holliwodense de de ver las cosas porque pese a recibir la mejor educación (entiéndase la más costosa), de haber crecido rodeado de todo el afecto, apoyo y comprensión hay personas que de adultas son unos completos cabrones.

Claro que los hay absolutamente beatos que llegado el momento sacan una metralleta en mitad de un parque y matan a todos o que viven promulgando y defendiendo unos valores, desaprobando desavenencias y mueren alcoholizados tras un volante o entre las piernas de una prostituta.

Si la ética no es únicamente enseñada sino que se ha enraizado en nosotros con la evolución por qué esperar que sólo lo enseñado sobresalga y lo que vive en nuestros pensamientos se esconda.

No nacemos malvados o puritanos (obviando su descontextualizada definición). No venimos predispuestos al bien y sin embargo para contarnos nos encasillan, numeran y cuentan.

Como siempre para evitar problemas y adoptando el modelo oriental: las cosas son y no son de la misma manera y a la vez. Todo depende del contexto, la cultura y el humor con el que hayamos despertado.

 
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