viernes, 29 de diciembre de 2006

Krakatoa

Hubo una época no muy lejana en la que nos quejábamos de la manipulación informativa a la que los gigantes de la comunicación nos tenían abogados al imponernos sus maneras de elegir los contenidos: los top 10 de la música, el cine, la televisión y la radio –publicitarlo y venderlo. Todo esto resultaba oprobioso pero la mirada independiente no colmaba todas las expectativas, además de que lo comercial no siempre parecía malo.

Cuando la omnipresente red fue acaparando todos los estamentos de nuestras vidas aparte del entretenimiento augurábamos la personalización absoluta de lo que queríamos apreciar. Buscar, descargar, ver u oír y guardar o borrar.

Pero es tanta la basura debajo de más basura generada por cualquiera que para llegar a encontrar algo de calidad es necesario que un filtro nos lo diga. Nadie dudaría de la doble dependencia de los motores de búsqueda para que nos señalen nuestros deseos.

La cultura popular nace de puntos de vista encontrados, ahora que todos pueden publicar, lo relevante es entender que es imposible llegar a todo el mundo, conformarse con pequeñas comunidades dispuestas a clickear lo mismo.

Antes quien tenía algo que decir debía entrar de alguna manera en la maquinaria de los medios, ahora con la democratización de la información sólo tiene que abrirse paso entre toneladas de terabytes para mostrar su talento.
Se podría decir que no tiene sentido crear más porque con paciencia es posible encontrar lo que alguien ya imaginó. Sin pretensiones de copyright tomar prestado y deformar, destruir, burlar y mejorar lo existente.

 
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