viernes, 9 de noviembre de 2007

Astofagasta

Abrimos la carta, sin afanes, como si fuera una declaración de principios del chef de la cual daremos plena aceptación al ordenar algo. Pasamos por los entremeses, ensaladas y bebidas apenas para decirle a las glándulas salivares que comiencen a trabajar. Con una mezcla entre necesidad y deseo dejamos que en el cerebro un sinnúmero de imágenes -con suerte- desconocidas se mezclen en algo que se podría denominar expectativa. De entre 15 o 20 opciones dejamos que nuestro libre albedrío (léase: cultura, fetiches, ignorancias y ganas) elija. Pero, y es aquí donde vale la pena examinar nuestra libertad: justo cuando jugamos con el antipasto, un maîtres que casualmente ni nos mira pasa por nuestro campo visual con una bandeja llena de platos que ahora sí deseamos. Un reproche suena desde adentro y una voz conciliadora dice “otra vez será”. Pero eso no importa mucho porque si algo no es nuestro, si escasea o si está prohibido lo queremos.

Continuará...

 
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