viernes, 16 de noviembre de 2007

Giro de 0˚

Existe un raudal de trabajos que la gente del común cree que con la suerte adecuada y el tiempo disponible podrían realizar, sea porque parecen fáciles de aprender o porque habitualmente las ejercen absolutos ineptos. Con todo, la labor del artista está por encima de ello. Se cree que lo genial requiere condiciones excepcionales para surgir.

Antiguamente la obra hablaba por sí misma, tenía la capacidad de perdurar y empapar con su esplendor la procaz vida del autor. Ahora la vida del genio y sus avatares se vuelven tan importantes como el producto. Ya sea por la necesidad de adorar y desbaratar ídolos o por la creencia que los rasgos de la personalidad pasan sin filtros a la obra. La idea romántica del artista infeliz, solitario y amargado compite ahora con la de la estrella polifacética de los medios.

Puede que una serie de eventos desafortunados durante la infancia forjen la depresiva personalidad de una persona que de adulto logre ser un sensible artista. Puede ocurrir que la tan elogiada musa de la inspiración sea reemplazada en épocas recientes por el golpe del estrés una noche antes de una entrega. Sea como sea el arte logra abrirse paso ante la contrariedad como una manifestación de la existencia ante circunstancias adversas, como una necesidad tan primordial como comer. Todavía existe un terreno virgen en el que los días no se consumen yendo a la oficina o pagando facturas. En el que a Charlie Brown no le dejan patear la pelota y al monstruo de Frankestein no le permiten vivir.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.