viernes, 8 de febrero de 2008

Milgram

En una época especial de la vida de todo ser humano llega el momento de acoger una gran meta que le de valor a su destino (aquí es totalmente irrelevante si lo logra o no) y con antecedentes o sin ellos emprende la tarea de configurar sus decisiones en torno a ella: en el camino va encontrando una serie de eventos que se presentan como escollos que al superarlos agregan validez y merecimiento al objetivo, también aparecen personajes que se van convirtiendo en parte del escenario final. Sin embargo, estamos en una era en la que nada dura para siempre (ni el dolor, ni la alegría), la única regla está dada por las excepciones; entonces, ese obstáculo superado se revela como un paradigma de cambio de perspectivas, y las relaciones se reevalúan hasta el punto de que lo que parecía primordial pasa a ser un peldaño más para avanzar.

Una gran historia de amor es el pretexto para que empiece otra, lo definitivo es un estribo más de la evolución, de lo que queremos pero todavía no sabemos. No importa mucho saber hacia dónde dirigir las fuerzas, en tanto exploten, porque mantenerlas agazapadas esperando un momento exuberante que las merezca, acaba con la vida, sobreviviendo sin sueños, consumiendo e hipotecando hasta que se da cuenta que ya está muerto y se muere de verdad.

 
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